Disponer de un diagnóstico de Alzheimer permite al propio
enfermo hacer planes de futuro y tomar sus propias decisiones antes de que no
pueda hacerlo. El diagnóstico es clave en el manejo y salud de la persona
enferma. Una pérdida de memoria no es necesariamente un diagnóstico de la
enfermedad. Una visita al neurólogo permitirá excluir la posibilidad de que los
síntomas tengan una causa distinta y potencialmente tratable. Llegado el caso
de que se diagnostique la enfermedad, la persona enferma y sus cuidadores
podrán contar con los cuidados y tratamientos más adecuados a la hora de
mejorar transitoriamente los síntomas.
La enfermedad afecta a cada persona de forma distinta. Ni la
duración, ni la velocidad del declive es igual para todos los enfermos. A pesar
de que existe un mismo patrón que se repite, el impacto y la sintomatología
dependen de cada persona enferma y por ello, cobran especial relevancia la
personalidad, las condiciones físicas y la situación social de cada enfermo. De
aquí que cada familia deba encontrar su propia manera de convivir con la
enfermedad. Además, en algunas personas, el Alzheimer se suma a otros problemas
de salud pre-existentes que pueden hacer más difícil su cuidado. Ante esta
situación, debe consultar a su médico para que le aconseje la mejor manera de
controlar ambas enfermedades.
Este diagnóstico precoz permitirá a la persona enferma
expresar su voluntad al respecto para cuando ya le sea imposible tomar
decisiones.
La persona puede estar en su hogar siempre que cuente con los
cuidados humanos y sanitarios necesarios para su bienestar, sin embargo,
conforme avanza la enfermedad, proporcionar estos cuidados se puede volver cada
vez más complicado. Pero así también existen alternativas y recursos para contar con ayuda de profesionales como ser: centros de día,
viviendas tuteladas, residencias o ayudas en el domicilio.
Optar por una residencia de atención de 24 horas puede ser una
alternativa que debe tomarse entre el cuidador principal, la familia y el
médico, contando con la voluntad expresa del enfermo. La decisión de llevar a
la persona enferma a un entorno más protector no es fácil.
Para el cuidador familiar, tomar esta decisión es muy duro y
doloroso. Aun así, debe prevalecer el bienestar del enfermo y que reciba los
mejores cuidados a su alcance. En este sentido, una residencia puede ser la
opción que mejor se ajuste a las necesidades de todos los implicados.
Pero en 8 de cada 10 casos la familia es quien se asume la atención directa del enfermo, puesto que los costos en estas residencias son elevados, y las familias no pueden acceder a los mismos.
Mientras tanto no hay que olvidar que el paciente es una persona que siente, sufre y quiere expresarnos sus pensamientos. Debemos estar atentos a sus necesidades y brindarle todo nuestro cariño en los años que dure su enfermedad.
Bibliografía: